Te lo entrego todo
Eugenia Guadalupe Espinosa Álvarez / Lic. en Comunicación
Dije te lo entregué todo y desnudé mi alma y expresé lo que sentía en lo más profundo de mi ser. Mi amor por ti ahogó mi alma, se sumergió en tu perfume y me dejó flotando en un mar de ilusiones.
Me recosté en la noche, imaginando cómo sería estar contigo, permitiendo que mi corazón se llenara de anhelos y deseos.
Pero, en el fondo, comprendí la cruel realidad y nuestro amor no podía ser más que un pensamiento, un sueño imposible y que yo era la única que daba todo
Sueño
Roxally Guzmán de los Santos / Lic. en Comunicación
Con cada abrazo tuyo puedo sentir el latido de tu corazón, también sentirme tranquila, protegida y llena de paz.
Siempre que te veía y salía corriendo a tus brazos para sentir tu calor y el latido de tu corazón, sentir ese abrazo cálido, ese abrazo que sentía que me protegías de todo.
Pero cuando se acerca la noche tengo miedo de cerrar los ojos porque siento que te vas a ir sin que me digas nada, pero de ahí solo recuerdo respirar profundo, tranquilizar mi ansiedad y olvidarme de todo.
Porque sé que vas estar ahí cuando despierte, diciendo “Buenos días hijita hermosa” con un abrazo cálido.
Desayunando toda la familia junta, platicando de cada momento felices, escuchando la radio o nuestras risas.
Pero cada día te miro y no me imagino un día sin que falte tu risa, abrazos e historias que cuentas cada comida o en los tiempos libres.
Había momentos que nos daban ganas bailar cada vez que estábamos aburridas al igual que cantar y cocinar juntas.
Cuando llega la noche me abrazas como si no hubiera un mañana, pero de ahí desperté y todo era un sueño.
Me di cuenta que tú ya no estabas, tu ropa y tus cosas ya no estaban, lo único que estaba era nuestras fotos, recuerdos, tu última mirada, abrazo y palabras, pero me di cuenta que solo viniste a mis sueños a visitarme y a despedirte de mí por última vez.
Solo me viniste a decir lo mucho que me amaste, me quisiste, me recordaste que tengo que vivir la vida a mi manera, me recordaste la niña alegre que era de pequeña, pero ahora solo miro al cielo y me pregunto:
¿Si algún día volverás a visitarme en mis sueños?
Les Cordes De Le Marionnette.
Elizabeth Alondra Hernández Vázquez / Lic. en Comunicación
En este mundo gris, dominado por la crueldad y la malicia humana, se encuentra el entretenimiento del momento: uno de los circos más famosos que deja un buen recuerdo entre sus espectadores. Donde la magia y el encanto se derrochan en la carpa, también se consume la crueldad. Nadie sospecharía jamás que “Le cirque Lycoris Moon” fuera uno de esos rincones más sucios y corruptos de toda Inglaterra, ese lugar sin leyes ni límites, donde solo se ve lo que uno quiere ver. La magia y la diversión que le dan la fama de ser la sensación de las risas se consiguen a costa de llantos desgarradores, el dolor de huesos rotos y la tristeza de seres esclavos encerrados en esa jaula creada para el entretenimiento como una simple fachada. Pero el tráfico de sustancias y tabaco, al igual que el robo de joyas que casualmente pasaba entre las funciones, decía lo contrario. Nadie jamás sospecharía de lo que estoy investigando, tampoco es como si a la sociedad inglesa le importara la vida de esos seres inocentes que yo, el doctor Jean, puedo salvar. Por ellos, por sus libertades, por mi amado, por él, él y él. Y yo sé que voy a lograr desenmascarar esta farsa, tengo la más grande ambición de salvar a un mundo que está podrido en la caricia y la crueldad humana, tengo el inocente propósito de salvar a todos esos inocentes que están en la carpeta de investigación y tengo el deseo de saber, saber cómo mi amado terminó en el fango de esta miserable sociedad. En mi mente…
Paranoia
Elizabeth Alondra Hernández Vázquez / Lic. en Comunicación
El miedo es constante, la paranoia es algo que mi corazón ha dejado de tomar como un síntoma, lo ha pasado a algo cotidiano, ese sentimiento que ahorca mi garganta, se encoge en mi estómago y acelera mi corazón de gran manera.
Plaza
Diana Citlali Camacho Arraiz / Lic. en Comunicación
Centro vacío y superficial, donde pasan entes con rostros extraños, tristes, felices, en decadencia o en avaricia, todos con máscaras vacías.
Aquel hombre encorvado que vive al día, que se muere por un descanso en un colchón cómodo, aquella mujer a la que los años le pesan, y esa niña con ojos de ausencia, todo en una esquina donde cuentan las monedas.
Caras cansadas que salen de sus horas vendidas, con anhelo de un mañana mejor.
Centro frío y superficial, donde más que manos entrelazadas con un sentimiento, hay soledad.
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