Cuando te conocí
Cuando te conocí, recuerdo que te sentaste atrás justo en la esquina, llevabas el uniforme mal acomodado y era notorio que llegaste tarde, tu primer día en clases llegaste 15 minutos después de la primera lección.
En las siguientes semanas casi siempre llegabas igual y yo no podía hacer más que verte del otro lado del salón y, dibujando lo único que podía ver en tu rostro, si tan solo permitieran el uso de cámaras, no dudaría en que fueras el blanco perfecto para ver el verdadero color de tus ojos.
Aunque me acostumbré a incluir verte con tu postura decaída y tus cabellos dorados cubriendo tus ojos, viéndote dormir a media clase y salir corriendo cuando las campanas tocan la salida.
Solo podía ver tus labios, eran hermosos.
Aunque a veces los notara rotos, seguían teniendo ese color rosa. Una mañana vi que fuiste el primero en llegar, eso sí era relevante. Me senté en la silla que estaba junto a ti y seguí dibujando. Ese día todo en ti fue raro. Ibas bien vestido, tu cabello estaba peinado y, ¡oh! Vaya sorpresa que fue cuando me hablaste al mencionar mi nombre completo, sin duda fijé mi mirada en tus ojos, casi me desvanezco al verte eres inefable.
Y aunque solo murmures que mis dibujos son lindos yo no podía dejar de verte. Al fin podía ver el océano azul que tenías, tu piel era demasiado pálida que incluso puedo asegurar que tus ojos se convertían en distintos tonos azules. Y yo tan torpe y descuidada fui, que mis hojas cayeron de mi mesa, y fue así como el secreto se descubrió. Fueron veinticinco dibujos que atestiguan mi vició de observarte cuando traías el uniforme mal puesto, únicamente sonreíste y, me sonrojé, desde ahí mi otoño se pintó de más colores.
Desde ahora salíamos a comer juntos, hacíamos tarea y descubrí que vivías a tres calles de mi casa y aunque tú no hablabas sobre ti, imaginé muchas teorías sobre tu pasado. Debo admitir que incluso pensé que eras un Alíen, por ser tan hermoso. El tiempo pasó y, fuiste más expresivo conmigo al contarme sobre tu familia y la oscuridad que opacaban esos ojos de agua. Fui tu refugio y tú mi escape. El amor nos unió e hizo que el invierno eterno pasará a la bendita primavera, y como las flores nuestro amor floreció. Luego llegaron las vacaciones y no te vi más y aunque me pediste que no fuera a verte en tu casa, mi necesidad de saber sobre tu bienestar me ganó y fui a verte. Ahí estalló la primera lluvia. Casi muero al verte en tal estado deplorable, me partió el corazón y solo pude abrazarte. Porque realmente no sabía qué hacer. Y aún con nuestras alas rotas, nos aferramos fuertemente, nos convertimos en adictos el uno al otro. Después de abrazarte te lleve a mi casa y aunque ahí no era el mejor lugar para curarte logré aliviar un poco tus heridas. Sin embargo, desapareciste y, trate de aguantar no buscarte un día, luego dos, tres y cuatro.
¿Quién diría que la primavera era en realidad el mismo otoño que renuncié a ti? Tan gris y solitario. Tu casa estaba vacía, mis pesadillas eran menos feas que mi miedo al buscarte en toda la casa. Entonces te encontré, estabas en la cocina con la espalda recargada en el refrigerador viendo a la nada. Y realmente desearía no haberte visto así, no puedo soñar con tu sonrisa ni con el cielo de tus ojos, ni con tu cabello dorado como los rayos del sol, ni con tu perfecta belleza. Estabas demasiado roto, deshecho con mil y un hematomas en tu cuerpo y yo lo lamenté muchísimo. Tus ojitos claros, esos mismos benditos ojos azules estaban opacos y sin vida ya no me veías más y en tus manos vi la pulsera que hice con hilos rojos ese que nos uniría por la eternidad y ahora está roto. Grité, lloré, pataleé pedí ayuda pero solo te llevaron a la morgue. No resistí a saber que ya no estarás más en mi vida, que solo me he quedado con nuestros recuerdos. Lo lamento tanto… Prometí que haría algo para que tu padrastro no te siguiera maltratando y llegué tarde. Me culpo por eso, debí cuidarte mejor, debí salvarte. Extendiste tus alas, despegaste libre hacia el cielo sin voltear atrás, me dejaste y me siento feliz porque ya no hay más dolor en tu corazón, aun así, siento un terrible dolor en mi pecho que no lo calmo con nada. Mi vida perdió el rumbo y naufragó en tus ojos de mar. Y aunque me pellizque no pude despertar, definitivamente esto era una pesadilla. Después de cuatro largos meses he decidido escribir una carta, ponerla en un globo azul para que la recibas en el cielo. Prometo amarte como la primera vez que te vi. Nunca te olvidaré y voy a mantener viva nuestros momentos juntos. Cuando tú sonrisa comenzó a brillar, cuando dejaste de llevar mal el uniforme, cuando me mirabas con la belleza de tus ojos. Cuando aún vivías. Ahora tomó fotografías al cielo, para verte y recordarte, mando un beso al cielo y te susurró cuánto te sigo queriendo. Con mi amor, tu amante nocturno. Tu hilo rojo. Tu Luna.
Lizbeth Daniela Ocaña Toledo
En el presente NO
Esa niña pequeña que te miraba con ojos de amor y llenos de ilusión, esa niña tan ocurrente, linda y amable.
¿Le mentiste, fuiste la primera persona que formó parte de mi vida, pero qué fue lo que pasó? En qué momento decidiste robarte el brillo de los ojos, en qué momento se perdió mi admiración por ti. Todas esas mentiras y rechazos, todas las veces que tuve que esconderme debajo de la cama abrazada a mi muñeca por temor a los gritos y discusiones que tenías, esas veces que no pensabas en mí ni en nadie, esas veces que fuiste tan egoísta, cuando solo me utilizaste para que tú estuvieras bien. Pero ¿Qué hay de mí? Nunca creíste en cómo podría sentirme, en el daño psicológico que me causabas, nunca has creído en mí, y nunca lo harás, desde pequeña he pensado que tú eras el hombre de mi vida, el único que me demostraría un amor sincero, puro y cálido. Pero no fue así, me equivoqué, sé que nadie es perfecto, pero de niña creía que tú lo eras, cada que te veía me sentía segura, pero el tiempo pasaba, y tu vicio no eran mis abrazos tú preferirías estar en otros lugares, regresar en tu peor estado y gritar, siempre era lo mismo, todos los días y para no salir afectado por lo malo que hacías, nos usabas para que sintiéramos dolor que nos abandonarías y que sin ti, no íbamos a poder sobrevivir, nos hacías sentir como si en verdad nos amaras, como si estuvieras arrepentido, siempre decías que no lo volverías hacer para qué se apiadaron de ti, y no irte. Aun así, siempre lo volvías a hacer.
Los días, las horas y los años se iban rápido, esa niña que te admiraba y le brillaban los ojitos al verte se estaba apagando y no te dabas cuenta, esperaba el año nuevo para que después de las 12:00 pudiera recibir un abrazo y escuchar unas palabras de aliento. “Te quiero, esfuérzate en a tus estudios y pórtate bien, ya no seas una niña rebelde y cambia”. Esa fecha del año y la hora, era la única que podía utilizar para poder llorar en tus brazos por querer decirte, que el que debería cambiar eras tú, me mentías tanto que incluso, me aprendí tus gestos, sé cuándo me mientes. Pero es curioso porque solo se distingue eso, siempre me hacías sentir mal sin darte cuenta, opinabas sobre mí, apariencia y mi peso, cuando te enojabas decías; que no valía nada, ni siquiera un centavo partido a la mitad y estoy tan dañada, que recuerdo todo.
Ahora que he crecido un poco sigues mintiéndome y fallándome, siempre me prometes que cambiarás, pero esas promesas vienen vacías. Me siento incómoda al verte, cuando me abrazas, me besas o me dices que me quieres, siento que todo es mentira, quisiera volver a creer en ti, pero no puedo, ya no confió en ti, dicen que el primer hombre en tu vida es el que nunca te romperá el corazón, siempre te cuidará y muchas cosas bonitas, pero cómo explico que el primer hombre es mi padre y el primero en romper mi corazón.
Cómo podría confiar en alguien más, cuando el primero en robar mi paz mental fuiste tú, ahora me pides perdón, que confié en ti, que me amas. Pero ¿Cómo le podrías pedir perdón a esa niña que tanto confió en ti y siempre le fallaba?. Dime ¿Cómo? En el pasado me hiciste daño, dejaste a una persona mal emocionalmente. Por favor, ¡en el presente ya no!. Ya no me lastimes, ya no hagas comentarios sobre mi apariencia, no juegues con mi autoestima, con tus chistes malos, no ves que me lastimas. Lo siento por no poder perdonarte, perdón por solo ser “Feliz” si te fueras de casa, es que me hace daño verte y respirar el mismo aire contigo.
Pero, tengo que acostumbrarme, tú vas primero antes que todos, sigues siendo egoísta. Me gustaría ser como tú, porque tú sigues siendo el mismo, pero yo ya no tengo la misma esencia de antes, siento envidia de las niñas que pueden platicar con sus papás y les dan consejos, pero tú nunca has sido así, ni siquiera conoces a mis amigos, ni mi edad, siempre la confunden. Pero tranquilo en el presente ya no será así.
No me pidas perdón, la niña ya lloró y la mujer ya cambió.
Pricila Guadalupe Marín Hernández
Soledad
Un estruendoso sonido, y el silencio reina.
Una oscuridad cegadora, y el amanecer llega.
Olas furiosas que en mansa arena mueren.
Un hombre triste, que nada lo consuela, lo anima, ni lo termina.
Mil costuras de arrullos, mil amores en un corazón herido, y este no retoña.
Atardeceres matutinos forzados por nubes grises, serán su eterna compañía.
¡Oh maldita soledad! Eterna de atardeceres grises, cuando fijas la vista y no ves nada.
Al sentir vacía la sala, atravesándole deseoso de que por ahí pase un poco de amor.
Quisquilloso tu pie tiembla, al son del no saber.
Se siente la falta, un hueco caótico que desvanece la paz mental.
Llena de finales felices se halla la vívida imaginación.
Entre el techo de la cama, y un yo pensativo; ralentizó al tiempo, mientras vivo con mucho amor.
Que cruel conciencia que responde al llamado de la realidad, resquebraja saber, escuchar el musitar de la verdad.
Ben Sion Cancino García
Tanatofobia
Cerrar los ojos es como sentir que todo se te viene encima, te invade un temor que te hace pensar “¿Y si no vuelvo a despertar?” “Tengo demasiadas cosas pendientes, si no veo el mañana de nuevo, jamás podré completarlas”, una sensación que te ahoga, abres los ojos de forma abrupta y sientes tu cuerpo entumecido.
Las gotas del salado sudor bajan por tu cuello mientras que te incorporas en tu cama, la cual se siente más incómoda de lo normal, observas tus manos y las tocas como si descubrieras tu cuerpo por primera vez, intentas confirmar que realmente sigues vivo y una vez tu corazón logra calmarse, la siguiente pregunta llega a tu mente “¿Por qué?”.
¿Por qué te tenía que suceder todo eso? Existían muchísimas personas en el mundo, seguramente existían cientos de ellas que pasaran por lo que tú vives, pero… ¿Por qué? ¿Cómo algo tan “simple” algo “natural” podría provocarte un paralizante miedo? Te incapacita en tus actividades, no tomas riesgos por temor a que al hacerlo, ese fuese tu último día con vida, seguir un ritmo de vida normal no era posible para ti.
El simple hecho de escuchar cómo la gente hablaba de la muerte, contando alguna triste historia del fallecimiento de un familiar, dándonos una plática “tranquilizadora” donde siempre dicen que todos vamos a morir y que será un descanso eterno, seguramente nos reencontraremos con nuestros familiares y esperaremos nuestra siguiente vida… Suena alentador, ¿Verdad? Pues no para nosotros, no para ti, no queremos una segunda vida donde no podremos recordar esta, queremos vivir al máximo y disfrutar cada segundo, pero no se nos es fácil cuando el mismo temor de morir, nos entierra los pies en la tierra, prohibiéndonos dar un paso más.
Leer o ver algo relacionado con la muerte nos hace temblar, llevar las manos a la cabeza mientras se repite una y otra vez, “No voy a morir, no voy a morir, no voy a morir”. Ni siquiera hablemos de asistir a un funeral.
Existen muchísimas fobias, para algunos, pueden ser fobias absurdas e infantiles, como lo es la globofobia, antrofobia o la xantofobia, pero lo que esas personas no saben, es del estilo de vida que uno lleva gracias a estos miedos, no es fácil y para nada consumo de su entretenimiento ni su objeto de burlas.
Cada noche que te recuestas en tu cama esperando poder conciliar el sueño, es una noche donde te despiertas debido a la opresión en el pecho, un rápido vistazo de tu futuro pasa en tu mente provocándote un incesante llanto, quieres abrazar algo que te haga sentir la realidad, quieres contarle a alguien de tu miedo y te extienda su mano, pero nadie te la dará, sólo te dirán “supéralo”.
Bañarte se vuelve difícil, pues el pensamiento te golpea en cualquier momento de tu rutina, haciéndote inútil para cualquier actividad simple, recargas tu frente en el azulejo de la pared completamente inmóvil esperando a que el ataque termine.
No puedes seguir así, necesitas una solución, pero todo parece tan lejano.
Haz una lista de las diez cosas que más te atemorizan referente a la muerte, desde la que menos lo hace, hasta la que es imposible de ver para ti. Escribes en tu primer puesto, “Leer un libro relacionado con la muerte” Suena fácil, ¿No? Lo abres y comienzas a leer las primeras páginas del libro de tanatología, te detienes en el primer párrafo.
No, no es fácil.
Y aunque uno llegue a completar la lista de las diez cosas, aunque uno logre superarlas y por mucho que pienses que finalmente te libraste de la dulce tanatofobia que te acompañó por 20 años de tu vida, la verdad es que siempre regresa, a menor o mayor medida, pero llega.
Aparece en la madrugada, como una sutil señal de que siempre estará ahí, una advertencia de que no puedes descansar en paz, pues corres el riesgo de no amanecer más.
Te resignas.
Morirás, ese es tu destino, tal vez te aterra morir joven y sin poder completar tus planes, tal vez te aterra morir viejo después de observar cómo tu familia, tus amigos y colegas que te acompañaron en toda tu vida, se esfumaron antes que tú.
Pero aceptas tu destino. ¿Eso te hace sentir menos temor? Para nada, lo sigues teniendo, pero ya no haces nada para detenerlo, lo dejas fluir.
Primera, segunda o tercera vida, ¿Qué más daba?
Solo querías disfrutar esta vida.
Ignorando lo más que podías tu tanatofobia.
Nancy Janet Gómez Sarmiento
Triste verdad
Hoy una historia termina de ser contada,
el libro de ser leído,
el poema de ser recitado,
y la novela debe ser escrita.
Hoy los colores pierden su vivacidad,
la luz se vuelve oscuridad,
el ruido en silencio,
y el ritmo de la vida se vuelve paz.
En efecto, mi vida terminó,
hoy llora la hipocresía, se anhelan fantasías y saludan las mentiras.
No hables, porque no te oiré,
no grites, porque no me despertaré,
no perturbes mi ansiada paz,
porque suficiente fue lo que me hiciste.
Este es el reino de la absoluta verdad,
en donde existe silencio y paz.
Estoy mucho más feliz aquí,
porque ya no existe la maldad.
Hoy soy noticia,
mañana seré nada.
El mundo no deja de girar,
y el tiempo no deja de carcomer.
Hoy me recuerdan,
mañana quizá no.
Esta es la triste verdad,
de irse y no regresar.
José Antonio Salguero Cruz
Te escribo... Para E...
Te escribo como si mis palabras te llegarán;
gasto cada una de mis letras con la esperanza
de que algún día te alcanzarán.
Te escribo como aquel preso,
que al horizonte alza la mirada,
buscando su anhelada libertad.
Te escribo por qué mi corazón,
no encuentra otra forma de callar su verdad,
y de inmortalizar su pasión y su sentimiento.
Te escribo porque creo en el amor sin barreras.
Aquel que rompe las fronteras de lo convencional,
Y de lo que llaman políticamente correcto.
Te escribo porque siento como una llamarada
me quema por dentro como si no hubiera mañana
para poder decirte todo lo que siento y necesito.
Te escribo presentándote mis errores y defectos
para que me conozcas sin tapujos ni prejuicios
y que podamos viajar a lejanos universos
Te escribo como un hambriento
que sólo encuentra en ti la inspiración divina
que sacia el apetito de la avaricia.
Te escribo por qué no hay otra manera más poética,
que las palabras que han hecho eterno a Neruda
e inmortal a la suave tinta de Sabines...
Te escribo por qué me lo dicta el alma
Y el corazón me lo exige.
Te escribo solo para pedirte
que con nuestras siluetas unidas
dibujemos miles de galaxias...
Te escribo...
Javier Caleb Hernández Trujillo
Elipsis
La consciencia de quererte es abrumadora.
Indagar en ingenuos sentimientos es herir un afán de ambición. Lo inexorable de sentirte intensamente y no permanecer.
Descubrir el anhelo de la mundanidad se vuelve frustrante. Lo ordinario no encaja con nosotros.
Porque el amor es lo que hay y lo que limita.
Porque tu estar es incierto.
Y entre caminos de juicios andamos; sin rostros por reconocer. Mi sol, mi maravilla.
Cielos de pintura adornan mis ojos.
Un futuro ensordecedor que nos negamos a hablar.
Silencios sin confesiones que marchiten el alma.
Miradas que disparan esperanza, y por ella náufrago.
Sin culpables de por medio, solo química.
El ser y lo que debería disputan.
Sentimientos atrapados, labios que callan muchedumbres. Letras, palabras y versos que yacen en lo desconocido.
Vives entre líneas, y entre ellas plasmó el concepto de tu existir. Y aunque seas mío, la traslación vive entre nosotros.
Uno que otro día la melancolía se siente más vigorosa de mi lado. El sentido de pertenecer es ocasional.
Como cada época del año.
Porque es lo que es, y a veces me siento como el equinoccio de otoño. Marchita y vestida de ocre.
El raciocinio de vez en cuando regresa a casa.
Y es cruel.
Luisa Fernanda Lopez Chandomi
Aquella mañana bajo el Alféizar
El olor que producen nuestros cuerpos en el fuego
es abrumador
Desde dentro cada hilo se ha roto, cegador…
Refleja nuestro retrato cada golpe de tu navaja
Esto se quema, pero no importa,
por amor hemos de rezar
¿Por qué negarse a romper el cascarón?
Vida, etérea ave marrón
quizá no le destrocen mis ajenas manos
Si no ibas a terminar esta historia conmigo,
¿para qué me diste la pluma aquella mañana?
Déjala, la tinta ya vuela sola…
Raquel Esther Yelisheba Long del Barco
Caída
Un pequeño grano de arena
en medio del frondoso mar;
sigo estática, sigo aquí.
La puesta de sol que me acompaña
en mis inviernos, las olas componen
y descomponen sueños enteros y agrietados.
Estoy en lo alto pronunciando la caída;
la parte baja me grita que volveré a subir,
tocar el fondo para resurgir.
Las rocas grandes y pequeñas, mías,
de ellos, de Dios, de alguien, las hojas verdes
que me envuelven.
Desnudar mi alma y gritar a mil vientos;
he de reinventar cada una de mis raíces,
jugar con la marea.
Ahogar profundidades prohibidas, lento.
Probar la sal y naufragar mi propio exilio,
mi liberación será gloriosa después.
Al dejarme caer la arena amortigua,
las rocas enseñan, empujan, rápido.
Preparo mis pies, un destino.
Una vestimenta no tan mala, advierto a mi cuerpo
mis huesos lo saben, mis sentidos repiten el rito,
el agua espera a mojar mi boca desierta.
Finalmente ocurre, me dejo, soy yo.
Estoy rota, ahora puedo repartirme en piezas
a donde voy, puedo soltarme de nuevo y estar bien.
María Guadalupe Álvarez Velasco
Cuando las hojas caen sobre mis pies descalzos
Camino sola hacia mi destino
el mañana para mí nunca ha existido.
Disfruto de mi presente
y lucho contra mi pasado.
Cuando las hojas caen sobre mis pies descalzos
el otoño viene a visitarme.
Mis prisas, jamás terminarán.
Me desahogo y comienzo a llorar.
Mi tristeza que nunca desaparece.
Pero vuelves y debajo de un árbol nos sentamos
me refugio en tus brazos
y me besas con tanto amor.
Un poema tuyo empiezas a recitarme
mientras me quitas mis zapatos negros
las hojas caen sobre mis pies descalzos.
Con la mirada te subscribo, a mi necesidad.
Para que cuando te vayas, no creas en nada
ni en nadie, solo en mi corazón, que te ama.
Cuando las hojas caen sobre mis pies descalzos
te aprieto la mano y no me siento vulnerable.
Paseamos por el circuito cerebral del amor.
Te comparto de mi boca un helado
y luego con el rojo carmín
que mis labios, dejan en tus labios
me sonríes, me sueltas de la mano
te marchas y vuelves a tu destino.
El mañana para mí nunca ha existido
disfruto de mi presente
y lucho contra mi pasado.
Cuando te vas las hojas caen sobre mis pies descalzos.
Y vuelvo sola a los sueños de mi arenal.
Pienso, cuanto tiempo caminando
derribando muros tradicionales
para que otro hombre venga a decepcionarme.
Me enfadas más no me detengo
sigo haciendo mi camino
mi corazón me lo exige.
Nadie es dueño de mi destino
y aunque sé que no crees en nada
ni en nadie, solo en mi corazón, que te ama.
Quiero que sigas compartiendo conmigo
tus proyectos, tus momentos, tu amor no rutinario.
Cuando las hojas caen sobre mis pies descalzos.
Mi vida sigue hacia su destino
el mañana para mí nunca ha existido.
Disfruto de mi presente
y lucho contra mi pasado.
Cuando las hojas caen sobre mis pies descalzos
no espero a que por mí hagas nada.
Me entregué a una causa perdida.
Me fui a donde nadie quiere ir
y el destino me ha tratado así.
Cuando las hojas caen sobre mis pies descalzos
te aprieto de la mano y caminamos juntos
por el circuito cerebral del amor.
Un alumno mío, te enseña a escribir en español.
Me observas, no te concentras
y tu mirada me avergüenza.
Intrépida y pasional, del rigor hice mi camino
mi vida, mi esfuerzo nunca reconocido.
Dar vida, a la vida marchita de la tradición.
En un mundo machista todavía resisto.
Me ayudas a caminar entre tanta represión
aunque a veces considero que tu buena intención
es como una agresión.
Te sigo extrañando tanto.
Cuando las hojas del libro
que escribiste en mi vida
caen sobre mis pies descalzos.
Voy a huir porque siempre me van a querer condicionar.
José Manuel Pérez Vázquez.
ELLA
¿Amor o atracción? ¿Qué es este loco sentimiento que me hace querer estar contigo?
Odio admitirlo, pero, solo Dios sabe la emoción que me provoca, observarte.
Creo que he visto está película sin que me guste el final, pero las oportunidades de la vida me hacen preguntarme, ¿y si esto es necesario? No lo sé, es probable que tenga que valorarte antes de perderte.
Pero sí sé esto, eres uno de los instantes perfectos dentro de mi mapa que, me incita a estar en un bucle temporal para verte una vez más y, pueda grabar tu imagen con más intensidad.
¿Entonces qué será esto? ¿Una moraleja más de mi historia?
¿O una lección del porqué nos enamoramos, y, consideramos merecer?
Al final, todo estará bien, porque te escucharé decir: “llévame al día en que nos conocimos, pues es ahí donde encontré amor y amistad en una persona y, aún así mi querer será tuyo”.
José Abraham Lira Palacios