Anette Berenice Tejeda Gutiérrez
Lengua y literatura Hispanoamericanas
No sabía hablar con ella. Ella, sabía de todo y yo no sabía nada a su lado. Su mente era un océano y la mía un charquito. Ella era una cinéfila de calidad y yo veía las porquerías que se estrenaban en los cines. Ella compartía fotografías y pinturas de muchos artistas que desconocía, reflexiones políticas, clips de películas viejas y leía libros serios.
Estaba seguro de que, al quedarnos solos se crearían silencios incómodos a menos que ella hablara sola hasta el cansancio, porque yo no iba a tener nada qué acotar a sus charlas. Además de que, en sí, yo nunca había sido buen conversador y me costaba mucho sacar temas.
Si ella se quedaba a solas conmigo, se daría cuenta de lo aburrido que soy. Y eso sería más triste. Ella hablaba con propiedad, tenía el vocabulario amplio que yo deseaba tener. Ella era toda una artista, amante de la cultura underground, culta e interesante, y yo era, pues… yo.