Eduardo Archila Ventura.
Lic. Lengua y Literatura Hispanoamericana
Que en tu mirada se arrinconen los silencios de mi llanto
Que en tus piedades se arrodillen las maldades del mundo
Que los susurros de tus ojos dormidos clausuren para siempre las aceras
Las grietas
Las canas
Los minutos
El tibio dedo que dirija las arrugas de mi boca en cenizas
La tímida prisión de los encuentros.
Que la honda piel de tu garganta doblegue los silencios
Costure con las flores de tu lengua los muros que no llevan tu nombre
Descubran los lugares en donde te reconozco.
Que tu boca sea en mi boca una manera más de decirme
Que tu lengua sea en mi lengua una forma más de deletrearme
De callarme
De gritarme
De gemirme
Que el dulce trago de tus manos calladas
El tibio sorbo que recorran tus dedos
Alimente las entrañas de las luces
Todas las líneas de la carne callada
Todos los rincones de la sangre dormida.
Que en tu nombre aprenda todos tus nombres
Y todos los que soy
Las que eres
Los que nunca hemos sido
Los que no seremos todavía.
Que en tus manos se arrodillen las maldades del mundo
Que en tu mirada descanse la tibia urgencia de nuestro encuentro dormido.