Liliana Cruz Constantino
Lic. Lengua y litaratura hispanoamericana
No soy nada para ti. Ya no más por lo menos. Tomaste un borrador y me eliminaste tan fácilmente que logras que dude si realmente para ti llegue siquiera a existir. Te sigo esperando sin embargo, lo hago aunque eso ya no te importe, día y noche te espero. Sé que nada es como antes y eso duele, duele que lo nuestro ya no sea mutuo. Noto que has cambiado, aunque “cambiar” no sería exactamente lo que nos pasó, claro. Solamente el “tú y yo” quedó únicamente en “tú” como era de esperar y no me quedó más remedio que tomar el “yo” y emprender mi partida.
Me propongo soltarte; lo haré poco a poco de manera lenta, tan lentamente como tú entraste a mi vida un martes al medio día. Realmente deseo soltarte, lo deseo con las mismas ansias que un niño desearía no tener que levantarse tan temprano para ir al colegio y en su lugar quedarse todo el día en la cama comiendo golosinas mientras en la televisión pasa su programa favorito.
Deseo librarme de ti, tanto como un condenado a muerte desea ardientemente librarse de su sentencia, de la misma forma que un sediento desea un poco de agua que calme su sed, de esa misma forma busco que tus recuerdos; esos en los que me robas tantas risas que provocan que mi estómago duela, ya no traigan consigo el amargo de un posible llanto, deseo librar a mis ojos de esa acumulación de agua que amenaza con rodar por mis mejillas hasta pasar por mis labios y darme cuenta que mis recuerdos saben un poco a sal.
Mi mente; la parte racional que habita en mi organismo, quiere tomar completamente la batuta, se pasa ordenando a diestra y siniestra, pues la bravucona goza de dotes de líder imperturbable y quiere de una vez por todas y sin vuelta atrás, eliminar por completo mis sentimientos hacia ti.
Se propone exterminar cada rastro de tu existencia, tomar los recuerdos de esos momentos hermosos que pasamos, eliminar hasta el más mínimo detalle. Se deshará de ese tramo en mi línea de tiempo que te corresponde únicamente a ti. Pero mi corazón; la parte sensible y débil que se hospeda dentro de mi pecho, siempre llega puntual para arrebatarle los fósforos destructivos a mi mente orgullosa, evitando que aquella insensata arrase con todo. Mi pobre corazón se aferra a dejar la puerta abierta, no se conforma solamente a dejarla entornada, elige algo mucho más radical por si tú decides volver.