Guadalupe Anahí Trejo Soto
Lic. en Pedagogía.
En mi infancia estuve rodeada de personas mayores a mi edad, que me enseñaron a ser responsable, amable, eficaz y honrada. Sobre todo, agradecida con Dios.
Después de la escuela de vez en cuando me recogía mi abuelito Carlitos, caminando hacia la casa siempre íbamos por un helado o una paleta payaso. Cuando crecí más, me di cuenta de que él no era perfecto, pero hacía lo posible para hacerme reír y cambiar mi estado de humor. En una ocasión él me defendió de una persona, porque en un debate me atacó por expresar mi opinión. De estar enojada me empecé a reír por él. Hacía trucos de magia, me enseñó a comer siempre con salsita picosita y tortillitas calientes y que nunca debe de faltar los calditos.
En ocasiones la gran parte hacía travesuras, bailes, contaba sus anécdotas, entre muchas cosas más. Me enseñó a ser feliz y disfrutar la vida sin importar tu pasado o errores. Pero siempre a ser mejor, se arreglaba cada día, procurando hacer algo de provecho para ganarse el pan, aunque ya estaba jubilado.
También nos presumía su diploma de matemáticas que ganó en la primaria. Para mostrarnos que el estudio sí sirve, ya de viejito me enseñó a jugar dominó, ya que le gustaba mucho ese juego. Quería que fuera la mejor, aunque él a veces hacía trampa y según él nadie se daba cuenta. Pero siempre hacía su mayor esfuerzo para ganar.
Ya después nos mudamos a Chiapas, precisamente Tuxtla Gutiérrez ya no lo veía todos los días, pero siempre disfruté el tiempo con él. El tiempo no sé si fue bueno o malo para mí.
En el año 2016 tuve la oportunidad que mi abuelito estuviera un año con nosotros, porque se enfermó de cáncer y estaba aquí por su tratamiento, nos recogía a mi hermanito y a mí en la escuela, pero sin dulces. En las tardes volábamos papalotes en el parque, comíamos palomitas, acarameladas, sus favoritas, veíamos películas a blanco y negro, nos platicaba sus pato aventuras como policía, etc.
A finales del 2018, con mi familia y mi abuelito pasamos navidad y año nuevo, para recibir el año bien, y en enero se regresó a su casa en Ciudad de México (CDMX). En abril del 2019 salimos a CDMX dejando nuestras actividades cotidianas porque nos enteramos de que se enfermó gravemente y lo llevaron a un hospital de urgencias. Ya en la CDMX. Conservaba la esperanza de volverlo a ver y abrazarlo. Pero no fue así.
En clases en línea recibí una noticia que ha marcado mi vida. Su pérdida se fue el gran capitán que me enseñó a disfrutar la vida. Y justo antes del 30 de abril, día del niño, aunque yo soy adolescente, para él era su Lupita de su corazón. Quién me contará sus anécdotas, quién me invitará helados, quién jugará conmigo dominó o quién me haría olvidar un poco mis preocupaciones.
Ese día no lloré, aunque debo admitir que sí soy chillona. No lo entendía, pensé que era mentira. Ya cuando no lo volví a ver en la calle y en su cuarto. Comprendí su partida y que nunca lo volvería a ver.
Ni en navidad ni en mi cumpleaños. Hasta pronto mi gran capitán. Gracias por todo.El tiempo y Dios me regaló a un gran abuelo. Que teníamos ilusiones y sueños por cumplir. Tuvimos tiempo, pero a la vez nos faltó.
Como dice la canción, “Voy a tener que comprar un disco duro para guardar esos planes que no llegan al futuro”. Camilo Echeverry.
Esos días no quería nada solo verlo. Hoy en día igual. Pero me siento feliz que él haya sido parte de mi vida y que me está cuidando. Porque a veces nos visita una luciérnaga a mi familia y pensamos que es él. Porque en días especiales a veces está.
No voy a decir que la vida es buena o mala. Pero aprendí a ser fuerte con dolor y luchar por lo que quiero. Aunque a veces no pasa. Por no identificar mis sentimientos y a la vez mis prioridades.
Entre lágrimas y sonrisas que me ha dejado escribir me siento satisfecha y espero que ustedes también tengan a una personita especial. Y no es un adiós, sino un hasta pronto.