El mar y mi idealización
Pricila Guadalpe Marin Hernandez / Lic. en Pedagogía
Me pasé toda la noche observando el mar, escuchando las olas mientras mis pies tocaban la arena bajo la luz de la luna.
Sentía paz y escalofríos. Creí que podría acercarme un poco más al mar oscuro. Qué ironía la mía, qué tonta me veía al no saber lo que hacía.
Mi cuerpo empezó a flotar. Cerré los ojos un momento y, al abrirlos, dejé de tener los pies en la tierra. Me asusté. Pero dime: “¿Por qué, si uno sabe nadar, flota sin moverse y cuando no sabe, se hunde? El miedo pesa.”
Cada vez me hundía más, gritaba y nadie me escuchaba. Me frustré, lloré, di mis últimas patadas de ahogado... ¡Yo solo quiero respirar!
Quedé inconsciente, y al abrir los ojos, estaba nuevamente en la arena. "Solo fue un sueño", exclamé, respiré con exageración y temor. Dejé de idealizar y nuevamente planté los pies en la tierra. Claro que me asusté, si todo salió de mi cabeza. "Por mucho que te guste el mar, no significa que te tengas que ahogar en él