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La serpiente y la espada

Valeria Grajales Rodríguez / Lic. en Lengua y literatura hispanoamericanas

 

En las profundidades de un frondoso y nebuloso bosque, se ocultaba un risco cuya cima estaba coronada por un viejo castillo abandonado. En su interior, envuelta entre enredaderas y telarañas, se encontraba una espada cuyo mango estaba decorado con oro y joyas. Esta tenía un poder inmenso, el cual, se decía, podía otorgarle a su portador la capacidad de controlar las fuerzas de la naturaleza. Esto se convirtió en una leyenda muy famosa en distintas partes del globo, por lo que muchos comenzaron a anhelar tal poder, incluyendo a Áspid, la protagonista de esta historia.

Áspid era una criatura del bosque, una serpiente que podía adquirir forma humana. Llevaba una vida relativamente tranquila, pero al enterarse de la pregonada leyenda, no pudo evitar sentir curiosidad. Y más aún cuando se dio cuenta de que el lugar mencionado en la historia coincidía con el bosque donde residía, incluso el castillo mencionado, en el cual nunca había entrado por falta de interés. Reflexionó un rato, hasta que tomó una decisión: ella se adueñaría de la espada, ya que quería proteger su hogar, constantemente amenazado por la presencia de humanos codiciosos que cazaban desmedidamente y talaban árboles para tener más parcelas para su ganado. Además, ella no podía acercarse al pueblo más cercano, pues su condición de serpiente hacía que la gente le tuviese miedo, y en muchas ocasiones, tratara de matarla.

Se adentró en el oscuro castillo, repleto de murciélagos y lamentos fantasmales. Subió por una extensa escalera de caracol, esquivando los escombros que caían de vez en cuando. Con un cuchillo hecho de piedra, cortó las plantas que bloqueaban el camino para, finalmente, llegar a la habitación más elevada del recinto. Al visualizar la espada frente a ella, quedó deslumbrada por su belleza; era algo realmente hipnótico. Tras unos momentos de estupefacción, comenzó a analizar el lugar, tratando de encontrar trampas. Al no hallarlas, tomó la espada sin más. Incluso pensó: “¿Así de fácil?”. Por lo que comenzó a caminar hacia la salida, hasta que, de pronto, sintió que algo tomó control de su cuerpo. Sus pensamientos fueron invadidos por el odio, un odio dirigido a los humanos. Fuera de sí, corrió a una velocidad sobrehumana hacia el pueblo más cercano, dando inicio a la masacre.