Una noche
Mene Tekel Arce de la Cruz
Licenciatura en Filosofía
Soy Charles Williams, soltero y con casi treinta años; así que por lo menos una vez al mes me paseaba por la zona roja para ver si se daba la oportunidad, una vez terminado el “trabajito” nocturno, regresaba a mi vieja casa donde dormía el resto de la noche hasta las cinco a.m., cuando es hora de que se repetía el ciclo: trabajar, comer, pasar al distrito rojo y regresar a casa a dormir.
Un día de 1889, a media noche, caminaba por una de las estrechas calles de Londres cerca de la zona roja; regresaba a casa después de un arduo día de trabajo; de pronto, en el sepulcral silencio de la noche en una calle aledaña, retumbó en mis oídos un horrísono, tan desgarrador que juraría que pudo haberlo emitido nada más que un animal nocturno, un gato desgraciado que quedó atrapado en alguna coladera por perseguir alguna inmunda rata; el grito, había sido tan seco que se quedó haciendo eco en mis tímpanos un tiempo prolongado, por ende -y como cualquier persona en su sano juicio- provocó que apresurase el paso. Sin percatarme, me hallaba en el umbral de mi casa, pálido, casi sin aliento, a escasos momentos de desmayarme; con trabajo subí los escalones que cada vez los sentía aún más y más empinados que el anterior.
Cuando llegue a mi recamara, sintiéndome tan pesado como un borracho, me desplome en el colchón… me había desmayado. A la mañana siguiente un sonido seco hizo que me despertara estrepitosamente de mi coma inducido, era el periódico que el niño cartero siempre aventaba contra las puertas casi con la sensación de derrumbarlas; me levanté sintiéndome rígido por haber pasado la noche en una posición poco favorecedora y no haber encendido la vieja y desgastada estufa para que calentase la habitación; fui a la puerta de mi casa, recogí el periódico y lo dejé en la mesa de centro de la sala; me prepare una taza de té y una tostada con mantequilla, abrí el periódico, y… en el encabezado se citaba JACK THE RIPPER STRIKES AGAIN. Mi sangre se heló por un momento, la nota decía: “En una calle de la zona roja de Londres hallaron a una prostituta mutilada, la hora de muerte se calcula entre las doce y una a.m.” Dejé escapar una tos incontrolable causada por el atraganto de la seca tostada rozando mi laringe y la inesperada noticia que recorría mi cuerpo como un balde de agua fría -me sentía entumido-, rápidamente corrí hasta el baño, sin control alguno de mi inestable cuerpo, devolví todo lo poco o nulo que había consumido esa gélida mañana. Con apenas fuerzas en mis piernas logré llegar a la mesa del comedor donde con la mente en blanco me senté durante horas hasta que alguien llamó a mi puerta, eran policías. Esbocé la mejor sonrisa que pude y contesté a todas las preguntas que me plantearon -habían encontrado un pañuelo con mis iniciales en una calle cercana a la escena del crimen-. ¿Dónde estaba usted la noche del crimen? Eh… -volteando los ojos hacia la izquierda evitando hacer contacto visual- en… la zona roja. ¿Por qué estaba en la zona roja? …- avergonzado tuve que contestar- buscando prostitutas. ¿Es usted casado señor Williams? No. El oficial suspiró y con voz seria emitió Bien Sr. Williams, si necesitamos su ayuda para resolver este crimen no dude que estaremos aquí, espero y haya dicho toda la verdad. Nos retiramos, que pase buena noche. Sin percatarme había llegado el alba, me dolía la cabeza y en ella solo se repetía una y otra vez el grito desgarrador que había escuchado la noche anterior. Ese día nunca pudo ser extirpado de mí y me torturó el resto de mis días