En tiempos de pandemia
En este mes de marzo de 2022, se cumplen dos años desde que las diversas actividades presenciales en México se suspendieron debido al brote del virus Covi-19, en Wuhan, China. Las escuelas en el mundo suspendieron sus actividades presenciales para evitar exponer a sus estudiantes al virus. En México no fue la excepción. En marzo de 2020, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el distanciamiento social imperó en todos lados, el cierre pequeñas y medianas empresas, desempleos, enfermedad, altos índices de decesos debido a la Covid-19.
Desde entonces, como si se tratara de una película de terror, hasta cierto punto tétrico, las calles desoladas, esperando a que caminen sobre ellas, los parques con sus bancas vacías, esperando a que descansen sobre ellas. Ni se diga de las escuelas, a lo lejos se escucha un leve murmullo del viento en el corredor de los salones, o quizás son las risas y voces de los niños, jóvenes y maestros que se quedaron en ese espacio para habitar y acompañar el silencio y el vacío de no haber nada. El pasto junto con el monte ha imperado y desbordado sobre el andén entre salones, de vez en cuando las personas de mantenimiento limpian las escuelas. No es que no quieran, quizás el terror y la tristeza los inunda al ver lo que una vez fue un lugar lleno de personas y que ahora ya no es.
Este terror y tristeza es colectivo, a todos nos invade la incertidumbre de saber lo que pasa y no saber lo que pasará, ¿Cómo saber lo que pasará? Quizás, nadie sabía ni tenia certeza sobre el brote del virus. Sin embargo, tenemos la certeza y evidencia que ha quedado casi todo desolado, las casas han pasado a ser habitadas en la medida de lo posible, quizás ahora si, son un “refugio” para los integrantes de las familias. Aunque por ahí, me he enterado que es casi todo lo contrario, en vez de ser un espacio seguro se ha convertido en un campo de lucha, a pesar que el enemigo está allá afuera, esperando, escurridizo y listo, las personas se desintegran más de manera emocional, siendo este un fenómeno más letal que el mismo virus.
Alguien me platico que fue al médico, se sentía mal en cuestiones emocionales, éste le comento que soltara cosas que no fuera propias, soltar emociones que la angustian y la desesperan y que precisamente no es la responsable. El médico le dijo: ‒Si las personas no cambian, no piensan y concientizan humanamente con lo que está pasando actualmente, no van a entender‒. Precisamente, ya no hay un espacio o refugio seguro, el refugio y la ayuda es uno mismo para poder enfrentar las adversidades y poder ayudar a alguien algún día. Es notorio que la humanidad no está preparada para nada, ni lo países llamados primer mundistas, las ciudades más pobladas y desarrolladas, fue ahí donde se propagó más el virus dejando más decesos y millones de infectados. Quizás nunca podamos estar preparados para lo que pasará puesto que no sabemos lo que sucederá, sin embargo, la cooperación y el trabajo en equipo, pueden ser principios fundamentales para salvar vidas en estos tiempos de difíciles.
Ni la tecnología, ni el poder económico adquisitivo, podrán ser de gran ayuda como lo puede ser la misma solidaridad y empatía humana. Aludiendo a las palabras del médico ¿Qué más falta para hacer consciencia? Esto aplica indiscutiblemente tanto para nuestra raza como para todas las especies del planeta, nuestro entorno natural que de por sí ya es un problema que nosotros hemos ocasionado.
Quizás el problema no es hacer consciencia y reflexionar, más bien, el punto es actuar sobre la necesidad latente que existe para poder salir de este sueño no grato para todos. La situación se torna difícil pero no imposible, modos de actuar, de vivir y de convivir de la mejor forma posible con los demás, con el prójimo, puede ser un principio para hacer más llevadero el guion de este virulento siglo. La responsabilidad con nosotros mismo y con los demás debe ser latente, en todo momento.
A pesar de ser un panorama poco alentador, puede significar también, una pauta, un momento para reflexionar sobre la finitud de nuestro ser, preguntas como ¿Qué hemos aprendido algo con la situación actual? ¿Qué podríamos mejorar? Esto con el fin de ser mejores para nosotros mismos y para nuestro entorno. No se trata de encerrarse en la soberbia y la pose de que cada quien vive a su manera, o como quiere, más bien, cómo vivimos nosotros desde nuestra subjetividad y qué tanto de lo que sabemos o somos aportamos a nuestro entorno.
El contexto actual como reflexión, debe servir para abrir espacios de dialogo para la cooperación y la trasformación de la realidad en pos de un destino común como sociedad o contexto. Esta demás decir que, parte de esta responsabilidad está en los gobiernos que deben enfocarse en la integración social con sentido humano que alimente el ideal de una sociedad que necesita de todos para sobre llevar y superara la situación actual.
Jairo Naamán Alonzo García