Tanatofobia
Cerrar los ojos es como sentir que todo se te viene encima, te invade un temor que te hace pensar “¿Y si no vuelvo a despertar?” “Tengo demasiadas cosas pendientes, si no veo el mañana de nuevo, jamás podré completarlas”, una sensación que te ahoga, abres los ojos de forma abrupta y sientes tu cuerpo entumecido.
Las gotas del salado sudor bajan por tu cuello mientras que te incorporas en tu cama, la cual se siente más incómoda de lo normal, observas tus manos y las tocas como si descubrieras tu cuerpo por primera vez, intentas confirmar que realmente sigues vivo y una vez tu corazón logra calmarse, la siguiente pregunta llega a tu mente “¿Por qué?”.
¿Por qué te tenía que suceder todo eso? Existían muchísimas personas en el mundo, seguramente existían cientos de ellas que pasaran por lo que tú vives, pero… ¿Por qué? ¿Cómo algo tan “simple” algo “natural” podría provocarte un paralizante miedo? Te incapacita en tus actividades, no tomas riesgos por temor a que al hacerlo, ese fuese tu último día con vida, seguir un ritmo de vida normal no era posible para ti.
El simple hecho de escuchar cómo la gente hablaba de la muerte, contando alguna triste historia del fallecimiento de un familiar, dándonos una plática “tranquilizadora” donde siempre dicen que todos vamos a morir y que será un descanso eterno, seguramente nos reencontraremos con nuestros familiares y esperaremos nuestra siguiente vida… Suena alentador, ¿Verdad? Pues no para nosotros, no para ti, no queremos una segunda vida donde no podremos recordar esta, queremos vivir al máximo y disfrutar cada segundo, pero no se nos es fácil cuando el mismo temor de morir, nos entierra los pies en la tierra, prohibiéndonos dar un paso más.
Leer o ver algo relacionado con la muerte nos hace temblar, llevar las manos a la cabeza mientras se repite una y otra vez, “No voy a morir, no voy a morir, no voy a morir”. Ni siquiera hablemos de asistir a un funeral.
Existen muchísimas fobias, para algunos, pueden ser fobias absurdas e infantiles, como lo es la globofobia, antrofobia o la xantofobia, pero lo que esas personas no saben, es del estilo de vida que uno lleva gracias a estos miedos, no es fácil y para nada consumo de su entretenimiento ni su objeto de burlas.
Cada noche que te recuestas en tu cama esperando poder conciliar el sueño, es una noche donde te despiertas debido a la opresión en el pecho, un rápido vistazo de tu futuro pasa en tu mente provocándote un incesante llanto, quieres abrazar algo que te haga sentir la realidad, quieres contarle a alguien de tu miedo y te extienda su mano, pero nadie te la dará, sólo te dirán “supéralo”.
Bañarte se vuelve difícil, pues el pensamiento te golpea en cualquier momento de tu rutina, haciéndote inútil para cualquier actividad simple, recargas tu frente en el azulejo de la pared completamente inmóvil esperando a que el ataque termine.
No puedes seguir así, necesitas una solución, pero todo parece tan lejano.
Haz una lista de las diez cosas que más te atemorizan referente a la muerte, desde la que menos lo hace, hasta la que es imposible de ver para ti. Escribes en tu primer puesto, “Leer un libro relacionado con la muerte” Suena fácil, ¿No? Lo abres y comienzas a leer las primeras páginas del libro de tanatología, te detienes en el primer párrafo.
No, no es fácil.
Y aunque uno llegue a completar la lista de las diez cosas, aunque uno logre superarlas y por mucho que pienses que finalmente te libraste de la dulce tanatofobia que te acompañó por 20 años de tu vida, la verdad es que siempre regresa, a menor o mayor medida, pero llega.
Aparece en la madrugada, como una sutil señal de que siempre estará ahí, una advertencia de que no puedes descansar en paz, pues corres el riesgo de no amanecer más.
Te resignas.
Morirás, ese es tu destino, tal vez te aterra morir joven y sin poder completar tus planes, tal vez te aterra morir viejo después de observar cómo tu familia, tus amigos y colegas que te acompañaron en toda tu vida, se esfumaron antes que tú.
Pero aceptas tu destino. ¿Eso te hace sentir menos temor? Para nada, lo sigues teniendo, pero ya no haces nada para detenerlo, lo dejas fluir.
Primera, segunda o tercera vida, ¿Qué más daba?
Solo querías disfrutar esta vida.
Ignorando lo más que podías tu tanatofobia.
Nancy Janet Gómez Sarmiento