Aquella mañana bajo el Alféizar
El olor que producen nuestros cuerpos en el fuego
es abrumador
Desde dentro cada hilo se ha roto, cegador…
Refleja nuestro retrato cada golpe de tu navaja
Esto se quema, pero no importa,
por amor hemos de rezar
¿Por qué negarse a romper el cascarón?
Vida, etérea ave marrón
quizá no le destrocen mis ajenas manos
Si no ibas a terminar esta historia conmigo,
¿para qué me diste la pluma aquella mañana?
Déjala, la tinta ya vuela sola…
Raquel Esther Yelisheba Long del Barco