El Testigo



1

 

El frío siempre le provocaba estremecimientos y aunque le fastidiaba tener que salir, Josué se levantó para ir al baño pues era mejor que afrontar la vergüenza de orinarse en la cama. La casa  era un enorme cuadrado de blocks sin separaciones y allá al fondo dormían sus padres envueltos en sus cobertores. Cuando los ojos se le acostumbraron a la oscuridad, se levantó adormilado para encontrar las llaves. Las descolgó de un clavo en la pared y la introdujo en la ranura, dándole vuelta con cuidado para no hacer ruido. Afuera, soplaba un viento ligero, el patio estaba a oscuras y apenas se perfilaban las siluetas de los árboles del jardín. Se frotó los brazos para ahuyentar los escalofríos y avanzó por un pasillo estrecho de piso colado que se formaba entre la pared de la casa y el tanque de agua. Abrió la puerta de metal del cuarto del baño y la dejó emparejada. Se bajó el short y procedió a hacer lo que tenía que hacer. Antes de volver, cerró la puerta, agarró una jícara y tomó agua del tanque para lavarse. Se estaba retirando la espuma de los dedos cuando se le ocurrió levantar la vista y entonces lo vio. Eran dos pequeños luceros que brillaban desde la copa de un árbol y algo dentro del pecho le advirtió que aquello no era normal. Casi al instante, el miedo lo recorrió de pies a cabeza y le volvieron ganas de orinar. Entonces, aquellas luces parpadearon y le quedó claro que fuera lo que fuera no era algo bueno. Camino con cuidado por el pasillo, sin quitarle la vista de encima y le pareció que aquello también lo seguía. Cuando llegó hasta la puerta, apartó la vista con terror para meter la llave en la chapa y en esos cortos segundos, escuchó cómo se sacudían las ramas y lo siguiente fue un fuerte sonido pisando el suelo. Los vellos de la nuca se le erizaron, logró abrir la puerta y sin mirar atrás, la cerró de forma rápida y silenciosa. Colocó los seguros apartándose varios palmos de la puerta y en el silencio de la noche el sonido de su propia respiración lo puso aún más nervioso. Pensó en despertar a su madre y a su padre para avisarles de la cosa que merodeaba. Pero esa parte infantil y temerosa de lo que pudiera hacerles lo detuvieron. Se quedó ahí, con la mano en la boca, temblando mientras se acumulaban los minutos, atento a cualquier sonido del exterior. Caminó hacia la ventana colocando el ojo sobre la hendija, pero se apartó porque la tensión era demasiada. Sin saber qué hacer, regresó a la cama. En el camino, tomó un palo y lo dejó a su lado por si aquella cosa, se atrevía entrar. Así llegaron las tres de la mañana y en algún momento entre las cuatro, escuchó el sutil ajetreo en el corral de las gallinas. El tiempo siguió su curso y llegaron las cinco, luego las seis y cuando al fin comenzó a escuchar el trino de los pájaros despuntando el alba, cerró los ojos y se quedó dormido.

 

2

 

Era sábado y aún había cosas por hacer. Manuel se levantó adormilado con las articulaciones entumecidas por el sueño. Se desperezó y le dio un beso a su esposa en la mejilla.

Ya me voy, amor.

Mmmjumm.

Los veo al rato.

Ve, con cuidado.

Se calzó unos tenis con un amplio kilometraje y se entalló un short y una playera cómodos. Antes de salir, paso a ver a Josué que dormía como una piedra. Le dio un beso en la frente y se preguntó porque había un garrote a su lado, contra la pared.

"Cosa de niños"

Salió entonces al patio donde el aire purificado por la noche, le llenaba los pulmones con su frescura. Cerró la puerta con cuidado y se enjugó la boca rápidamente. Pasó al baño para despejar las malas vibras y al salir agarró la atarraya colgada en su lugar. Se enganchó la mochila y cuando ya se encaminaba por el patio hacia el portillo de entrada observó las plumas regadas por todas partes. Siguió el rastro y llegó hasta el gallinero. Observó a través de la malla y por pura costumbre, contó a las aves.

 

"No puede ser, está gente ya no respeta"

Curioseó el enmallado pero estaba en orden…

"Y cada vez son más mañosos, pinches lacras, con lo que cuesta ganarse las cosas, tendré que hacer un cuarto y poner llave...hace falta un perro..."

Pensaba todo esto tratando de encontrar una respuesta a como se había llevado a cabo el hurto pero la única pista que pudo encontrar, fueron las marcas de huellas irregulares sobre la tierra húmeda.

"Pinches cabrones…¿pero cómo? Aggg"

Sin más que hacer y algo indignado, se apartó de ahí y siguió su camino.

"Ni lo escuché caray. Estaba tan dormido, pero esto se arregla porque se arregla. “Ta´ madre"

Y mientras Manuel salía a la calle rumbo a su reunión, los ojos testigos de aquella escena, se movían inquietos bajo los párpados, soñaban con sombras oscuras, intentaban olvidar lo que habían visto y disfrazaban la realidad con la ficción del sueño donde todo era posible y dónde nada podría lastimarlo.