Dra. Emy Josefa Robledo Villator

Una historia de vocación y resiliencia…

Missa Yareth de Paz Méndez / Carlos Rodrigo Almazán Ortiz / Lic. en Comunicación 

Se paró sobre el andador que lleva hacia la higuera y muy tranquila colocó su bolso sobre las piedras, dijo estar cómoda ahí pues la naturaleza le daba tranquilidad y los lugares cerrados no le parecían lo más adecuado para la entrevista. Portaba un vestido hermoso de manta bordada, con un sombrerito café muy particular, mencionó que vestir con ropa típica le satisfacía ya que así apoyaba a los artesanos locales. Emy Josefa Robledo Villatoro, es originaria de un pueblito entre las montañas llamado Pacayal, en el estado de Chiapas, el cual es muy bonito y pintoresco según narra.

Con un profundo anhelo por regresar a su pueblo, recuerda la última vez que estuvo ahí, extraña visitar la casa que sus padres le heredaron, ya que hace año y medio que no ha ido debido a los conflictos de esa zona. A los 12años se mudó a vivir a La Trinitaria donde estudió la secundaria y preparatoria, etapa que recuerda como la más bonita de su adolescencia. Menciona que si hubiera habido universidad ahí también se hubiese quedado pues ya tenía muchas amistades, a parte el calor de Tuxtla Gutiérrez le parecía sofocante.

Una vida dedicada al estudio

Antes de dedicarse a la docencia su primera opción fue estudiar psicología. Logró pasar el examen general, sin embargo, no pudo aprobar el psicométrico. Fue así como, por recomendación de una prima, optó por entrar a la carrera de pedagogía sin saber realmente de qué se trataba y a pesar de los comentarios negativos que llegó a recibir. Además, en aquellos años solo existía un grupo dedicado a esa licenciatura y era del turno vespertino, ubicado en el edificio Maciel en el centro de la ciudad. Recuerda que al principio le fue complicado hacer clic con sus colegas pues sus compañeros eran mayores y ya eran profesores de primaria y sus compañeras aún tenían 18 años como ella.

Posteriormente realizó un curso de verano en la Normal Superior del Estado y después se fue directo a estudiar la nivelación pedagógica ya que se quería ahorrar los años de estudio y ser directamente maestra con plaza asegurada aunque la condición era estudiar los fines de semana para nivelarse a una licenciatura. Sin embargo, gracias a las exigencias de su madre quien le dijo que si no regresaba con un título no tendría entrada a su casa, fue así como se vio obligada a seguir con la Licenciatura en Pedagogía en la UNACH.

Para su fortuna, los semestres posteriores fueron más amenos pues se hizo de amistades y entre las cuales se encontró un amigo que le brindó la oportunidad de trabajar cubriendo interinatos en escuelas primarias. Con gran emoción recuerda que le iba muy bien económicamente en esos años pues ganaba tanto como para salir a divertirse con sus amigas. Así se mantuvo durante varios semestres, ya que estudiaba al mismo tiempo que adquiría experiencia laboral.

De las experiencias que más recuerda trabajando fue cuando cubrió interinato en la colonia Las Granjas, estuvo ahí por tres años debido a la invasión que había en aquel entonces lo cual demandaba más profesores en esa zona, aunque menciona que la llegada era complicada pues tenía que caminar más de donde la dejaba el transporte público, y en tiempos de lluvia era un caos llegar a su trabajo. Sin embargo, los problemas de este tipo siempre los recuerda con humor.

Devuelta a la UNACH

Tiempo después de graduarse como pedagoga, por azares del destino se encontró a un ex maestro con quién había tenido conflicto por cuestiones internas durante su estancia como estudiante en la universidad. Para su sorpresa él ya se había convertido en director de la Facultad de Humanidades, y gustoso le ofreció una vacante estable en dicho lugar. Al principió lo dudó pues antes había rechazado una oferta laboral que la llevaría de regreso a su pueblo Pacayal (lejos de su entonces pareja) aunque la diferencia de esta oportunidad era que podría hacer su proceso de titulación completamente gratis.

Esto último la convenció y tomó la oportunidad, aunque recibía un pago menor al que percibía antes, pero esta vez tenía muchas ganas de lograr sus objetivos. Trabajaba durante la mañana y en la tarde se dedicaba a realizar su proyecto de tesis. Logró titularse en el lapso de un año y posteriormente entró a trabajar dando clases en Ciencias de la Comunicación, carrera que apenas iba iniciando y en la cual la demanda era muy alta. Cuenta cómo los alumnos estaban muy interesados por esa área pues estaban muy metidos en los medios de comunicación como el periódico, radio y televisión.

En el año 2002 llegó a tener 12 horas de clases, tiempo que le fue más difícil ya que le distribuían sus horas de lunes a sábado, aún así resistió pues se mantuvo optimista, se decía así misma que sería algo temporal y que era cuestión de resistencia. Mientras tanto por la mañana daba clases en el colegio de niñas en el instituto Fray Víctor María Flores, también trabajó en secundarias en el departamento de Orientación Educativa y daba clases de lo mismo. Fue hasta el 2002 que tuvo la oportunidad de trabajar en CECyTECH donde llegó a obtener una subdirección académica por seis meses y de ahí logró estar como directora de vinculación, es algo que recuerda como una de sus experiencias más formativas; cuenta que había 32 planteles de los cuales llegó a conocer 30 permitiéndole viajar y conocer muchas culturas.

Además, estar en CECyTECH le permitió coordinar la creación de Proyectos Productivos Educativos ya que eran carreras técnicas las que se impartían ahí, los proyectos tenían que ver con el área de formación de los alumnos. Posteriormente se inscribió a una convocatoria de la PROMEP en la que participó para obtener una plaza de tiempo completo además de una beca por un año.

Un perfil de vocación

Después de estar varios años en Ciencias de la Comunicación la cambiaron inesperadamente a Pedagogía con el argumento que era más apto para su perfil. La doctora Robledo notó un cambio en cuanto a las diferencias de los alumnos, pues veía que los estudiantes de Comunicación tenían una mejor estabilidad económica a diferencia de sus nuevos alumnos; “la mayoría venía de comunidades rurales y familias campesinas mientras que los comunicólogos de padres profesionistas”, explicó.

A pesar de las dificultades que notaba, sobre todo después de la pandemia, pues afirma que “los alumnos tienen un bajo rendimiento académico, llegan a clases con poco ánimo y realizan las actividades solo por cumplirlas”, sin embargo comprende esta situación pues cuando ella era estudiante aprendió conforme a las necesidades que le fueron surgiendo, por ello al estar ya como catedrática se vio obligada a actuar a la altura académica estudiando una Maestría en Educación Superior dentro de la Facultad de Humanidades, “algo que yo le digo a los pedagogos es que nunca deben dejar de leer, actualizarse y estar preparados ante cualquier diálogo” comentó.

Posteriormente estudió un doctorado, el cual no terminó debido a que estaba embarazada “gracias a Dios logré embarazarme, a pesar de que fue complicado, ahora tengo a una hermosa niña de 14 años”, expresó con una sonrisa. No conforme, revalidó las materías que había cursado en el programa del doctorado en una escuela particular de la ciudad. Así el calorcito de Tuxtla se volvió más ameno acompañado de su familia y un trabajo que le brindaba estabilidad.

Un recordatorio a la juventud

Debido a la pérdida de su madre que ha sido el dolor más grande que ha tenido, ve la felicidad como algo efímero “si ustedes sienten ser las personas más felices vivan y disfruten la vida, si quieren viajar, comer o dormir en un buen hotel háganlo; el mañana no existe” dijo exhortando a la juventud a que no pierda el tiempo, pues la vida, en un segundo, puede dar una vuelta de 180 grados, “¡disfruten la vida con responsabilidad, construyan su proyecto de vida y luchen por él!” recalcó la doctora Robledo efusivamente pues cree que con dedicación y esfuerzo todo puede lograrse.