Sergio Omar Pérez Méndez

Lic. Lengua y Literatura Hispanoamericanas

 

Su rostro redondo parecía terso, sin imperfecciones, ni siquiera la sentí humana.

Sus cabellos negros caían ondulados sobre sus hombros como la noche sobre las montañas. Sus labios ¡oh!, sus labios sin grietas, ni delgados ni gruesos, pintados de gris, nunca vi ese color ser tan hermoso más allá de ese momento, brillaban igual a las nubes de lluvia aglomeradas afuera. Sentí arder mis ojos, aparté la vista mientras la suya seguía fija en mí.

—¿Nervioso? —preguntó— ¿por qué?

—No sé —vacilé.

Si decía algo más mi voz temblaría, eso no sucedía desde que era niño y veía a mi padre con cinturón en mano.

—No lo estés, no serás castigado —se inclinó como para ver a través de mí, sentí calor, no como el de mediodía, sino uno suave y dócil, tal cual un arrullo—. Me gusta tu música, este libro. Va con el día. Quizás debía ser así, la lluvia me encontraría aquí y me haría quedarme contigo.

Habló de una casualidad como si estuviera predestinada y yo, que nunca creí en el destino, lo acepté como una verdad. La lluvia menguó, temí por el porvenir. El aroma a tierra mojada llegó, mezclándose con su perfume de vainilla e inundó la habitación. Vi en sus facciones algo sobrenatural, indescifrable.

—Pronto te irás —dije sin querer.

La lluvia atenuó, se hizo lejana.

—¿Me dejarás ir?

—No, sí, no sé, quiero decir que la lluvia ya paró —descubrí mi temor: era quedarme sin ella.

—Claro, debe ser así también, cuando la lluvia para me voy con ella. Así fue siempre y lo será por mucho tiempo más. Y tú, ¿quieres que me vaya?

—No —esta vez el corazón habló por mí.

—Hoy, ahora, estoy justo aquí —se agazapó en el sillón como una felina—. El pasado, la lluvia, existen solo en la memoria. El futuro parece siempre llegar tarde —su voz era suave ahora, lejana—. Pronto ya no estaré aquí, volveré a casa y todo quedará en pausa. ¡Ah, presente hermoso!, en su fugacidad se guarda un dolor que deja una marca eterna.

No tuve idea de a qué se refería, pero sentí quebrarse algo en mi interior y dejar un vacío.

—¿Volverás? —alcancé a decir cuando ella se levantó y caminó a la salida.