El mundo, aún nos odia

Moisés Emiliano Villatoro Marín

Maestría en Estudios Culturales

 

Joan esperó para que la preparatoria se desalojara. Se despidió de Ismael y se escabulló por la parte trasera de los salones, hacia el taller de soldadura. El monte había crecido y por todas partes había residuos de metal. En cuanto había recibido el mensaje, muchas emociones se revolvieron en su interior porque su sueño se le estaba cumpliendo. Miró el reloj del celular y se contuvo para enviar un mensaje. Pasaron cinco minutos y constantemente miraba a su alrededor, pendiente a cualquier prefecto que anduviera rondando. Pero tenía el pretexto perfecto: «Me escondieron la mochila y vine a buscarla» Pero su cita no aparecía y cuando estaba a nada de irse... —Tssss—volteo y vio a Javier, asomándose por la esquina del edificio. Era un jovencito alto, flaco, de hombros anchos. Joan se le acercó tímidamente y cuando lo tuvo cerca, el aroma de su perfume lo hizo sentirse acalorado. —¿Qué onda? —le dijo. —¿Qué hay? —respondió Joan, dibujando una sonrisa. Llevaba el cabello cortado en un degradado con rayas y eso les daba un aire más anguloso a sus rasgos. Sus ojos, de un café claro bajo unas cejas pegadas al párpado, lo terminaron de atrapar en el hechizo. —Bueno, ya estamos aquí. Y dime pues, de… ¿de qué querías hablar? Javier se le acercó y Joan sentía el pulso bombeándole en el cuello. Estaba nervioso pero excitado de sentir su presencia. Miraba sus labios: gruesos, medio rosados y ansiaba besarlos. Javier estaba a pocos centímetros de su rostro cuando...lo tomó del cuello de la camisa con fuerza y la magia se deshizo de repente. —Escúchame bien, mamón. Ya me tienes harto con tus chingaderas. Estás bien pendejo si crees que tendría algo contigo. —Bueno. Ya entendí. Suéltame. —Tengo tus mensajes y te juro que te voy a funar. Todos saben que los jotitos son bien acosadores. Y a muchos les zurran los chupa vergas como tú. Entonces algo estalló dentro de Joan y lo empujó. Fue tan inesperado que Javier trastabilló y lo jalo con él al suelo. Joan intentó levantarse, pero Javier le pegó una zancada y cayó boca abajo. —¡Ven aquí hijo de tu pinche madre! Mientras se arrastraba, Javier se le encaramó por la espalda. Joan fue quedando boca arriba y Javier aprovechó para dominarlo. —¡Ya te cargó la que tanto querías! Joan intentó quitárselo de encima pero el tipo peleaba bien y en cada puñetazo, el dolor aumentaba. En su desesperación, tanteo el sueño y agarró lo que pudo. Lo golpeó directo al rostro y se oyó un grito. Javier se le quitó de encima, llevándose la mano a la cara. Joan se levantó y lo miró de reojo. El párpado le colgaba como una pestaña postiza y la herida era horrible. —¡Jijo de tu perra madre! Sin perder tiempo, huyó rumbo al portón trasero. La escuela estaba vacía, pero al asomarse por una de las ventanas, miro a uno de los prefectos corriendo en dirección a los gritos. La adrenalina le recorría su cuerpo y al limpiarse la sangre con el antebrazo, vio el pedazo de metal apretado en su puño. Lo tiró y antes que alguien lo viera, salió. Se quitó la camisa manchada y se la amarró a la cintura. En el camino, arrancó una hoja de su libreta y volvió a limpiarse. Cuando llegó a casa, entró sin pena, pues su madre se encontraba trabajando. Se dirigió al baño y encendió la luz para mirarse. Tenía el labio y el ojo inflamados. Se lavó la cara y mientras lo hacía repasaba muchas cosas. “Yo no quería ser así. Pero no me merezco esto. Lo único que hice fue querer a alguien y mira en qué terminó. ¿y todo por qué? ¡Por ser diferente!” Y una por una, muchas frases desagradables desfilaron por su cabeza. Eso de ser gay, lesbiana, bisex, trans o queer es algo más normal. Ya se volvió una pinche moda. De pronto resulta que ya todo el mundo es no binarie o pro lgbt. Hablan de no ser violentos, pero ellos son los primeros en reaccionar violentos. ¡Uy sí! Ya todo es queer. Eso es pura inclusión forzada. Si nadie los apoya todos los demás son pendejos retrasados y además, no se dan cuenta que son productos y objetos de explotación y consumo. “Pero aún no es normal, la gente nos repudia. Cree que tiene derecho de maltratarnos. Como si fuera divertido ser gay, como si fuera chingón mostrarte así en esta sociedad de mierda. Se les hace fácil hablar, pero si supieran todo lo que hay que enfrentar, las cosas serían distintas. Pero la sociedad no cambia tan rápido y más gente sufre y muere ¿Y todo por qué?” Entonces, se le resbalaron las lágrimas. “Porque no hay lugar para ti, Joan. Porque este mundo no está hecho a tu medida, porque no les importa que seas feliz. La gente como tú, no puede vivir en paz” Se quedó sollozando y cuando al fin se calmó, se miró de nuevo. “Pero ya qué. Hay que batallar. Siempre lo hemos hecho y siempre lo haremos, aunque les cague, seguiremos aquí” Se limpió las lágrimas, preparándose para explicarle lo sucedido a su madre y antes de volver a la sala, desbloqueo el patrón del celular y le escribió a Ismael. Tenías razón. El mundo, aún nos odia.